Francisco Tún es Francisco Tún. Genio y figura más allá de la sepultura. “Único”, “mágico”, “inspiración”, “auténtico” y muchos oros apelativos que los expertos en arte y sus seguidores han escrito de él. El carisma implícito en su pintura sobrevive, incluso después de tantos años de desaparecido, como índice inequívoco de trascendencia.
Sus acrílicos y dibujos, realizados sobre diversidad de formatos, sostiene un sólido discurso plástico. Propuesta que ha superado, inclusive, las barreras de olvido obligatorio que la inefable desidia chapina les ha impuesto a otros artistas guatemaltecos. Su obra, entonces, se percibe entro de la contemporaneidad ya que esta aparece como constante en los distintos ejercicios expositivos que se efectúan en el país. La exposición homenaje, en el Salón del Coleccionista de la Galería de Arte El Attico, inspirada en el legado de Tún, es precisamente un buen reflejo de lo dicho.
En esta ocasión, otro universo, sustentado por la experiencia de Fábrica (empresa de diseño industrial, enfocada en temas urbanos confeccionados con materiales poco convencionales) se apropia de la iconografía “tuniana” llevandola a la tridimensionalidad utilitaria. En este caso, incensarios, abstraídos de una colorida pintura sobre tabla de la colección MONESCO. El sentimiento, la vibración de la pintura, habita en cada una de las piezas que, juntas, constituyen una verdadera instalación. Abriendo el paso, así, a otro escenario plástico para la obra del desaparecido artista.
Fotografías: Selvin García.