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  • Ventura Puac

Katwaj


Derivada de la exhibición anterior titulada Memoria Incendiada donde se abordaba la memoria histórica y la acción del fuego en la historia antigua y contemporánea de Guatemala, donde los Kichés somos hijos del fuego pero a la vez, en la historia colonial y republicana ha sido símbolo de intimidación (infierno) y muerte (conflicto armado interno) ahora se presenta Katwaj que en idioma Kiché significa te quiero/te amo, según el contexto.

La historia colonial y republicana en su modernidad y en su contemporaneidad, han demostrado que las repúblicas feudales como Guatemala, poseen mecanismos de violencia sistemática hacia grupos vulnerables que muchas veces, no son sinónimos de minorías. Este sistema de violencia está diseñado de manera que, desde la infancia, cualquier signo de pertenencia, identidad, colectividad y familia (en su sentido tradicional y no tradicional) sea arrebatado o anulado.

Nuestras identidades como pueblos originarios poseen un fuerte estigma, ya que la historia oficial se ha encargado de replicar discursos e implantarlos. Estos discursos dicen que, los pueblos originarios son sinónimos de atraso,, ignorancia y herejía

.

La colectividad y pertenencia también están mal vistos, ya que las luchas sociales y las resistencias están entendidas como subversión. Por último, la familia en su sentido tradicional en las comunidades es altamente violentada y no se protege, contrario al discurso constitucional y religioso que impera en Guatemala. La inmigración y emigración desintegra las familias, el alcoholismo que se fomenta desde la religión, el favor del gobierno y la tradición mal entendida y manipulada. La familia no tradicional no es reconocida ni apoyada por el estado (gobierno y población).

¿Por qué entonces, la exhibición se llama “te quiero/te amo”? En un principio, porque busca evidenciar las diversas maneras del amor en todos sus sentidos. Los paisajes de campo, a los que dedicamos la mayor parte de nuestras vidas y que van con nosotros hasta la muerte, donde celebramos, donde nos hincamos, donde lloramos, donde comemos, donde vivimos…entre la milpa, entre la tierra, entre la lluvia. Nada nos emociona más el corazón que escuchar la lluvia caer y luego, con los días, ver como el maíz retoña y vuelve de la tierra a darnos vida. Durante el conflicto armado interno, fue de las primeras cosas que nos quitaron: nuestros cultivos. Fueron quemados o destruidos, porque nada que amemos puede sobrevivir a la lógica estatal.

La palabra es parte indesmontable de la exhibición. Al leerlos textos, podemos sentirnos más o menos identificados con ellos,, con su alta carga amatoria, con la intensidad y el incendio de quien los ha escrito. Pero no debemos saber quién lo escribió y para quién. El amor en su forma humana y divina, no conoce género, preferencia sexual o incluso, afecto hacia objetos y hacia la naturaleza, porque en la lógica de los pueblos originarios,, todo tiene una razón de ser y de existir incluso la negrura, la cual es respetada y abrazada al atardecer…sin temor, sin prejuicios.

¿Quién puede negar el amor más puro entre las manos, un azadón y la tierra?

¿Acaso no llueven nuestros corazones al enterrar el sagrado maíz?


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