En esta muestra Eny Roland Hernández hace una revisión de su infancia, en la que recuerda haber sido fuertemente impactado por la imagen de San Bartolomé, un apóstol que fue desollado por negarse a ocultar su cristianismo. Esa, sin embargo, está lejos de ser la única imagen de este tipo. De hecho, el catolicismo está plagado de imaginería de santos mártires sangrantes y sufrientes, lo cual –además de lograr adecuadamente el cometido de manipular a los creyentes por medio de la culpa– termina también por glorificar la violencia y la muerte como forma de belleza en lugar de fomentar su cuestionamiento: un barroquismo de mutilación, sangre y del dolor en donde sufrir es ganancia y morir por Cristo tiene al Cielo como recompensa.
Esta serie expone parte de imágenes personales surgidas de pesadillas provocadas por el martirio de San Bartolomé, en donde aparecía vivo pero mutilado, sin piel; estas derivaron en una colección de collages (literales y metafóricos, digitales y manuales) que conforman una nueva imaginería que mezcla lo sensual con lo tétrico, lo sacrílego con lo espiritual, aprovechando para trastocar los temores y la culpa en busca de una nueva forma de percibir las imágenes que en algún momento alimentaron nuestra cosmovisión.
Fotografía: Selvin García.