Entre otros atributos la diosa griega Afrodita siempre está relacionada a la belleza misma que, en la cultura romana, evolucionara en el culto a Venus. La historia misma de la galería El Attico está determinada por la acción de diversidad de féminas cuya acción le fue otorgando un rango particular como institución abierta a distintos tipos de propuestas. Artistas, con mayúscula, cuyo tesón conquistó su lugar en un universo que, cuando se inauguró esta sala en 1988, era tiranizado por una panorámica de preeminencia masculina. Tres de nuestras musas presentan sus más recientes trabajos. Cada una sumergida en su propia realidad artística, creando diálogos entre lo producido y sus inquietudes creativas, aportando frescura y encanto a la iconografía de su tiempo. Como artistas del siglo XXI, sus encuentros están determinados por una libertad interior. Se percibe un gusto por la estética de las formas y el color. Por expresar sentimientos sin ataduras que las amarren a nada que no sea su propio entendimiento de lo que es arte. Angie Chung reflexiona desde su yo interior. En su pintura hay delicadeza, virtud y entendimiento absoluto del color. Es y no es académica. Su pigmento se compara a una oda relativa a la alegría de vivir y una manera particular de captar la topografía y arquitecturas chapinas. Anaí Martínez-Mont es principalmente orgánica. Desde la textura y las técnicas mixtas aterriza en formas abstractas en las que el espectador puede ver atisbos de información que les lleve a componer imágenes. Sus colores componen constelaciones que parecieran internarse en el infinito. Ana Lorena Núñez se expresa desde una sensibilidad que nace de su gran corazón. Inquieta, plasma sus disquisiciones sobre soportes alternativos encontrando con sus lenguajes contemporaneidad, por un lado, y una visión clásica por el otro. Esta afortunada tríada aporta una visión que suma en el territorio de lo bidimensional. Es algo más que pintura sin dejar de serlo.