En la jerarquía de las artes plásticas –y aun sin tomar en cuenta las disciplinas netamente contemporáneas– las “pin-ups” siempre fueron consideradas aún más vulgares que los cómics que sirvieron de inspiración a Lichtenstein o que las sopas enlatadas de Warhol. Sin embargo, durante el apogeo del POP ART, a mediados de los años sesenta, llegaron a despertar interés artístico, en buena medida gracias a Mel Ramos (junto con Thiebaud y Ruscha, uno de los representantes del POP ART californiano), hoy casi completamente opacado por sus colegas de mayor renombre.
Mel Ramos no creía en la existencia de una diferencia estética entre el arte trivial y el arte exigente, como tampoco consideraba marcada una frontera entre arte comercial y no comercial. Al centrar su atención en las mujeres de calendarios y revistas, el erotismo (ausente por mucho tiempo debido a la abstracción) encontró un nuevo lugar en el terreno del arte, aunque ya enemistado tanto por el feminismo de entonces como por el actual, que guarda cierto recelo [justificado] contra su obra. El renacimiento del placer que la publicidad movilizaba para, supuestamente, “acercar sus productos al hombre” tuvo lugar en el amanecer de la revolución sexual. En sus obras, Ramos otorga a las inscripciones y a los artículos de consumo el mismo valor estético que a los cuerpos que, yuxtapuestos, originan un marco absurdo con tintes ligeramente surrealistas y de forma subliminal, además, destilan el cínico y banal mensaje de que la felicidad individual solo se alcanza con el consumo continuo de sucedáneos como “pin-ups” o exquisiteces industriales.*
Partiendo de la referencia conceptual arriba descrita, las piezas de esta muestra buscan dialogar sobre masculinidades y división de clases en el contexto local, dos temas que, aunque parecieran divorciados se entrecruzan confusos en la cotidianidad. Para ello, Juan Pensamiento Velasco se vale tanto de dibujos como de una mezcla experimental de dibujo con pintura, que no intenta esconder los rastros de la tira cómica, su primer amor. No sin cierta dosis de humor, en esta serie de obras la exploración corporal masculina cuestiona la práctica patriarcal de cosificar exclusivamente el cuerpo femenino, reflexionando de este modo sobre el concepto mismo de cosificación del cuerpo humano. Por otro lado, los aspectos de clase, tan evidentes como negados en Guatemala, se alegorizan a través del uso de marcas de productos usualmente relegadas en el imaginario social a las clases bajas. La tensión entre ambos aspectos, cosificación y clase, sugieren un aire “vulgar y corriente” que confronta al espectador con sus propios prejuicios éticos y estéticos y, por consiguiente, con la necesidad de replantearse su posición ante y entre ambos.
*Con algunos textos tomados del libro POP ART de Klaus Honnef