La obra de Mónica Torrebiarte ha sido objeto de interés desde su etapa emergente en la última década del siglo pasado. A partir de ese momento, su producto creativo ha ido evolucionando temática y técnicamente hasta aterrizar en su obra del presente.
En una primera etapa, junto a Guillermo Maldonado y Aníbal López, fue una de las creadoras visuales que le dieron soporte al estampado xilográfico. En esa década del noventa fue que las curadurías empezaron a manipular, con o sin cimientos, lo que los censores consideraban como arte y lo que no. Y el grabado, a pesar de ser una producción convencional, consiguió enfrentar el embate de la purga.
En el siglo XXI, alejándose del abstraccionismo y en una evolución natural, Torrebiarte se adentró en una iconografía relativa a su propia feminidad. Estampó en ese momento, además, sujetos zoomorfos y otras representaciones del imaginario social como bolas de jabón, ropa tendida, etc.
Entre su obra pública destaca la integración mural en el paso a desnivel La marimba, en el bulevar Vista Hermosa. En este caso, y en conexión con elementos relativos al universo vial, abstrajo de su función a las boyas amarillas de metal para otorgarles un nuevo valor al conformar con ellas un mensaje escrito en sistema braille. ¿El cometido? Hacer visible esta forma de escritura. Es un logro sólido por sus altos contenidos plásticos.
Consiguió enfrentar el embate de la censura.
El trabajo creativo de Torrebiarte reluce por la madurez de sus contenidos. Cada exposición, cada evolución, cada idea, surge de la conciencia de los medios. Por ende, los resultados lucen bien fundamentados. No hay nada que parezca surgir del azar. Su obra es seria y profunda. Hay conciencia plena y al mismo tiempo un claro sentimiento del arte como tal.
Torrebiarte está exhibiendo en la galería de arte del Museo Nacional de Guatemala en La Antigua (junto a Carol de Maselli y Ana Lorena Núñez). Sus propuestas lucen todas amarradas conceptualmente. Los chachales, construidos con objetos desechados y recolectados, traen consigo una memoria que constituye su ADN. Descontextualizados tres veces: primero, el motivo utilitario por el que fueron elaborados originalmente; segundo, luego de su uso, olvidados como residuos; y tercero, revalorizados como parte de una obra de arte.
En este mismo orden, guardando cada uno su diferente naturaleza, están los trabajos ejecutados con corcholatas de metal y los taparroscas de plástico. Los primeros están engarzados uno tras otro creando un enorme lazo (tipo las pesas prehispánicas) que se trasforman en esculturas de dimensiones variables. Los segundos, organizados geométricamente dentro de un marco, se comunican con los collages xilográficos.
Finalmente, la instalación central organizada compositivamente con machacadores de diferentes tamaños, colores y usos, cierran un conjunto en el que todo se intercomunica. Torrebiarte camina con seguridad dentro de las corrientes contemporáneas.
GUILLERMO MONSANTO
Fotografía: Guillermo Monsanto
Comments