Angie Chung presenta, a partir del 5 de febrero y hasta el 28 del mismo mes, una singular colección de óleos en la sala principal de la galería El Attico. Las piezas, inspiradas en el paisaje chapín, irradian un colorido límpido y vibrante inusual en estas latitudes. En otras palabras, nos enfrenta a una percepción diferente del entorno dotándolo de posibilidades cromáticas auténticas.
Al parecer la artista identifica a esta serie con la luz que ilumina o atraviesa los vitrales. Yo la veo como una explosión de formas proyectadas por prismas de finísimo cristal cuya irradiación impacta el soporte. Lo limpio del color, su intensidad, la limpieza me lleva redundar una y otra vez en esa conclusión. Desde la primera vez que las vi me entusiasmaron porque me trasmitieron un sentimiento de belleza, perfección y particularidad.
Sus formas, dibujadas algunas veces, redefinen formas que aterrizan ya en la naturaleza –agua, volcanes, flora- o bien en arquitecturas barrocas o bien las champas de los tianguis domingueros. Son llanuras, maizales, vistas pringadas de cartuchos, que intuimos pletóricos de fertilidad y vida. Panorámicas llenas de fe en el país y lo que su tierra y gente le puede brindar.
Diseño, por un lado, genio por el otro. Angie viene a refrescar con su trabajo el medio. De allí que nos hayamos interesado en exponerla. Es, sin lugar a dudas, una de nuestras mejores cartas de presentación para este 2015.
Guillermo Monsanto